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Matrimonio entre personas del mismo sexo

El 20 de diciembre de 2013, un juez federal de distrito de Salt Lake City emitió una orden legalizando el matrimonio entre personas del mismo sexo en Utah, revocando leyes estatales instituidas hace un siglo y una enmienda a la constitución estatal que definió el matrimonio de modo que sea únicamente entre un hombre y una mujer. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha suspendido ese fallo hasta que un tribunal de apelaciones considere el asunto. Durante el intervalo transcurrido entre el fallo del tribunal de distrito y la suspensión por parte del Tribunal Supremo, se efectuaron numerosos matrimonios entre personas del mismo sexo en Utah. Los procedimientos legales y la acción legislativa en algunos otros estados y países han dado reconocimiento civil a relaciones matrimoniales entre personas del mismo sexo.

Al enfrentarnos a éste y a otros asuntos de nuestra época, alentamos a todos a tener presentes los propósitos de nuestro Padre Celestial al crear la tierra y al disponer nuestro nacimiento terrenal y experiencia aquí, como Sus hijos. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra” (Génesis 1:27–28). “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). El matrimonio entre un hombre y una mujer fue instituido por Dios y es fundamental en el plan que Él tiene para Sus hijos y para el bienestar de la sociedad. Las familias fuertes, guiadas por una madre y un padre amorosos, sirven como la institución fundamental para el cuidado de los hijos, para inculcar la fe y para transmitir a las futuras generaciones las fortalezas y los valores morales que son importantes para la civilización y cruciales para la salvación eterna.

Los cambios en la ley civil no modifican, ni pueden cambiar la ley moral que Dios ha establecido. Dios espera que defendamos y guardemos Sus mandamientos pese a las opiniones o tendencias divergentes de la sociedad. Su ley de castidad es clara: las relaciones sexuales son correctas únicamente entre un hombre y una mujer que estén legal y lícitamente casados como esposo y esposa. Los exhortamos a que analicen y enseñen a los miembros de la Iglesia la doctrina que se encuentra en “La Familia: Una Proclamación para el mundo”.

Así como quienes fomentan el matrimonio entre personas del mismo sexo tienen derecho a que se les trate con cortesía, lo mismo es válido para aquellos que se oponen a dicho matrimonio. La Iglesia insiste en el derecho, protegido constitucionalmente, que tienen sus líderes y miembros, de expresar y defender convicciones religiosas en cuanto al matrimonio, la familia y la moral, libres de represalia o de castigo. La Iglesia también tiene derecho a mantener sus normas de conducta moral y de buen comportamiento para los miembros.

De conformidad con nuestras creencias fundamentales, los oficiales de la Iglesia no harán uso de su autoridad eclesiástica para efectuar matrimonios entre dos personas del mismo sexo; además, la Iglesia no permite que sus centros de reuniones ni otras propiedades se utilicen para ceremonias, recepciones ni otras actividades relacionadas con matrimonios de personas del mismo sexo. No obstante, se da la bienvenida a todos los visitantes a nuestras capillas y propiedades en tanto respeten nuestras normas de conducta durante su estadía en ellas.

Mientras estos asuntos sigan su curso, ratificamos que no se debe tratar de forma irrespetuosa a quienes hagan uso de las leyes o los fallos de los tribunales que autoricen el matrimonio entre personas del mismo sexo. El evangelio de Jesucristo nos enseña a amar y a tratar a todas las personas con bondad y cortesía, incluso cuando no estemos de acuerdo.

Como miembros de la Iglesia, somos responsables de enseñar el evangelio de Jesucristo y de hacer notar las grandes bendiciones que se derivan del prestar atención a los mandamientos de Dios, así como las consecuencias inevitables que resultan al pasarlos por alto. Los invitamos a orar para que a las personas de todas partes se les ablande el corazón hacia las verdades del Evangelio, y para que se conceda sabiduría a quienes sean llamados a decidir asuntos que son importantes para el futuro de la sociedad.

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